Consumo responsable, economía circular y sostenibilidad.



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El 15 de marzo se celebró el día del Consumo Responsable, una fecha para recordar las palabras de Francisco en Laudato Sí (222): “La espiritualidad cristiana propone un modo alternativo de entender la calidad de vida, y alienta un estilo de vida profético y contemplativo, capaz de gozar profundamente sin obsesionarse por el consumo. Es importante incorporar una vieja enseñanza, presente en diversas tradiciones religiosas, y también en la Biblia. Se trata de la convicción de que «menos es más».”

Lo contemplativo conduce a una vida al amparo de las observancia de la fe, y en relación con la Ecología Integral y la Casa Común de Laudato Sí, la práctica de la virtud de la templanza, para usar y actuar con moderación. Así, el consumo deja de ser un simple asunto de calidad y precio y se convierte en un acto resultado de la reflexión sobre la responsabilidad que tenemos con quienes nos rodean, con las generaciones que nos sucederán y con el entorno como proveedor de bienes y servicios, necesarios para nuestra subsistencia, y como sumidero de nuestros residuos.

Para lograr un consumo responsable será así necesario empezar por un estilo de vida más austero, consumiendo solamente lo necesario y reduciendo la cantidad de productos que utilizamos. Además, como actitud ambientalmente responsable, tomando en cuenta como fueron producidos aquellos bienes y servicios que utilizamos, prefiriendo aquellos que durante su ciclo de vida dan lugar a la menor cantidad de impactos negativos y aquellos provenientes de empresas preocupadas por la optimización de sus operaciones para lograr disminuir o eliminar estos impactos.

Se convierte en una necesidad evaluar el ciclo de vida de los productos que utilizamos, desde que se extraen las materias primas para producirlos hasta que los disponemos como residuo al término de su vida útil, de la “cuna a la tumba”, aprovechando en la mayor medida posible aquellos que se desecha para que se incorpore como materia prima en el ciclo de producción y uso: el reciclaje.

Una opción más con respecto para la cantidad de productos que se utilizan se obtiene del reusar, dar un nuevo uso a aquello que se va a eliminar; a través de acciones como intercambiar, reutilizar y reparar. Nos insertamos así en un modelo de economía circular para los productos y sus residuos y que es necesario extender al uso racional de la energía y a nuevos modos de producción que aprovechen recursos renovables y de menores tasas de agotamiento para las condiciones de uso.

La sostenibilidad, y más exactamente el desarrollo sostenible, no se alcanza solamente a través de la gestión de las variables ambientales, es necesario alcanzar el desarrollo humano que se logra a través de las variables sociales y económicas. Ser un consumidor responsable requiere así, además de lo expuesto, conocer quien se lleva el beneficio y la conducta de las empresas que nos ofrecen los productos.

Consumir responsablemente, visto así, requiere además poner atención al desempeño ético de las organizaciones y al intercambio de productos de comercio justo, aquel que se orienta hacia el desarrollo integral, con sustentabilidad económica, social y ambiental, respetando la idiosincrasia de los pueblos, sus culturas, sus tradiciones y los derechos humanos básicos.

El consumidor responsable además orientará sus acciones a dar prioridad a productos ecológicos, respetuosos con las interrelaciones en el sistema natural, y dentro de lo socioeconómico aquellos que son producidos por productores locales, tomando en cuenta que un producto local tiene una menor huella ambiental, producto de la eliminación de largos trechos de transporte que generan contaminación, desperdicio y sobreexplotación; y que de modo simultáneo contribuye a mayores ingresos y mayor equidad con respecto a los ingresos resultado del comercio.


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